
Me encuentro especialmente prolífico hoy, con ganas de vomitar todo lo que me apetezca, canciones, letras, sentimientos, así que voy a escribir un poco más hoy.
Los días se suceden raudos, enfilados, con las partículas dañadas, dejando estelas en el tiempo, rocas como papel, piedras de colores como lápices, recuerdo congelado sobre el tiempo.
Abrir los ojos, buscar para cazar, destruir para sembrar, semillas de futuro. El paisaje, una vez vivo. El azar, la razón que marca una noche atrás. La necesidad surge de manera mística, casi natural. En el cielo, alguien sonreía, mudaba la piel, sobre todo, en los atardeceres.
La lluvia cambia el paisaje, aún siendo vivo. Comunicación plena, abierta, que deja respuestas latentes a una distancia considerable, aunque el tiempo no tiene afán.
Evolucionando, lenguaje, junto a una línea pensante y conciente, “sí, lo entiendo”, palabras que necesitan necesariamente transmitir los sueños. El diálogo ha nacido, y si no fuera así, la matemática del instinto, llena de cadáveres esta pequeña parte de la historia.
Alguna vez, la mistificación en el ritual tuvo una distancia para dos. El mundo se abrió, y el humano lo comprendió. Primeros movimientos para la conversación, y el resultado resultó ser de órdago, fundido en el fuego-ritual masticado por el alma, bullicio sagrado y encanto para el devenir.
Se transforma el paisaje, la lucha continúa. No es necesario dar especificaciones, la lucha continúa entre una palabra que no oye, y una especie que aparenta gritar, “mayoría perversa”, ¿y dónde queda el destino?
El conocimiento acumulado rompe su fuente, detonando amplitudes, cada vez más acomodadas a lo real, ya no más ritual. Poco a poco, el cauce que se desfogaba en colores, comienza a ser entendido, y al absorberlo, la especie se aburre, al entenderlo demasiado serio; las palabras han sobrevivido a la inundación.
En un momento delicado, el rumbo que se escoge permite sacudir la cabeza de falsos momentos razonables, realidades virtuales mágicas, “no, ya no hay de qué.”
Es bueno saber que una ligera parte de la historia se ha conservado. Y es bueno entender que no toda la palabra se puede acomodar en una hoja para leer.
Pero aquella que logra instalarse, y disponerse a dejarse leer, o tocar, como mejor le convenga, traerá una estela del tiempo, que permite el acceso a la voz milenaria de la especie histórica, en su fragmento espacial.
Se siente adentro, tanto como una voz viva que llamea, sin encender, pero con una tenaz posibilidad de hacerlo. Y el incendio, sabiduría, será la recompensa que tenga la especie, pero sólo algunos.
-¿Por qué no todos?
-Porque no todos leen…
La palabra suaviza el alma. La palabra comunica tocando. La palabra abre una puerta sin cerrar ventanas. La palabra habla. La palabra puede…decir…hacia adelante.
Abrir los ojos, buscar para cazar, destruir para sembrar, semillas de futuro. El paisaje, una vez vivo. El azar, la razón que marca una noche atrás. La necesidad surge de manera mística, casi natural. En el cielo, alguien sonreía, mudaba la piel, sobre todo, en los atardeceres.
La lluvia cambia el paisaje, aún siendo vivo. Comunicación plena, abierta, que deja respuestas latentes a una distancia considerable, aunque el tiempo no tiene afán.
Evolucionando, lenguaje, junto a una línea pensante y conciente, “sí, lo entiendo”, palabras que necesitan necesariamente transmitir los sueños. El diálogo ha nacido, y si no fuera así, la matemática del instinto, llena de cadáveres esta pequeña parte de la historia.
Alguna vez, la mistificación en el ritual tuvo una distancia para dos. El mundo se abrió, y el humano lo comprendió. Primeros movimientos para la conversación, y el resultado resultó ser de órdago, fundido en el fuego-ritual masticado por el alma, bullicio sagrado y encanto para el devenir.
Se transforma el paisaje, la lucha continúa. No es necesario dar especificaciones, la lucha continúa entre una palabra que no oye, y una especie que aparenta gritar, “mayoría perversa”, ¿y dónde queda el destino?
El conocimiento acumulado rompe su fuente, detonando amplitudes, cada vez más acomodadas a lo real, ya no más ritual. Poco a poco, el cauce que se desfogaba en colores, comienza a ser entendido, y al absorberlo, la especie se aburre, al entenderlo demasiado serio; las palabras han sobrevivido a la inundación.
En un momento delicado, el rumbo que se escoge permite sacudir la cabeza de falsos momentos razonables, realidades virtuales mágicas, “no, ya no hay de qué.”
Es bueno saber que una ligera parte de la historia se ha conservado. Y es bueno entender que no toda la palabra se puede acomodar en una hoja para leer.
Pero aquella que logra instalarse, y disponerse a dejarse leer, o tocar, como mejor le convenga, traerá una estela del tiempo, que permite el acceso a la voz milenaria de la especie histórica, en su fragmento espacial.
Se siente adentro, tanto como una voz viva que llamea, sin encender, pero con una tenaz posibilidad de hacerlo. Y el incendio, sabiduría, será la recompensa que tenga la especie, pero sólo algunos.
-¿Por qué no todos?
-Porque no todos leen…
La palabra suaviza el alma. La palabra comunica tocando. La palabra abre una puerta sin cerrar ventanas. La palabra habla. La palabra puede…decir…hacia adelante.
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