Lo cierto es que siempre me ha gustado Javier Krahe. Si no existiera, habría que inventarlo, por lo que creí oportuno empezar mi andadura en el mundo de los blogs con unas letras suyas.
Además, el tema del otoño seducido por la primavera me sirve para recordarme la vulnerabilidad del ser que olvidó sus sueños de juventud por la comodidad del presente, cuando un ser vírgen, lleno de vida y con un desatado potencial para alcanzar todas las metas choca con la vulgaridad que se ha instalado en el adulto.
Mi intención en este blog no va más allá de mi deseo de expresar en él, a través de extractos de canciones, novelas, fotografías e incluso relatos propios, los sentimientos experimentados en los últimos tiempos, en los que mi vida ha comenzado a dar un giro de 180 grados, gracias a mi particular proyecto de Reina de Saba...
Como todo viaje iniciático que provoca la liberación del yo anterior, viene normalmente precedido de una muerte previa, no hay mejor recomendación que degustar unas líneas del fantástico escritor Angel Olgoso: "Viaje"
"Llego a la estación. No hay nadie. Voy a emprender, pese a mis pocos años, un viaje largo y colmado de expectativas. Espero de pie en el andén con la impaciencia propia de alguien joven y enérgico. El tren, que ha aparecido de pronto a toda velocidad, sin trepidación de rieles ni chirrido de ruedas, se detiene por completo a mi lado, disimulando su prisa a la perfección. Cuando intento levantar la maleta, esta se ha vuelto pesada en extremo. Noto co estupor que no me acompañan las fuerzas, que mi ímpetu decrece. Comienza a llover. Hace frío. Me dirijo hacia los peldaños de metal dificultosamente y, sobre todo, con una inconsolable sensación de haber olvidado algo o de haber dejado atrás a alguien que no recuerdo. Mis manos ateridas logran empujar la maleta hasta el piso del coche cama. Encorvado, la arrastro luego por el pasillo mientras jadeo y oigo crujir los huesos. Una lucecita borrosa, al fondo, me permite tener un atisbo del estrecho y oscuro compartimento, el que suele asignarse a los pasajeros más viejos. A duras penas abro la puerta corredera y abandono mi maleta, como una carga inútil, al pie del portaequipajes. Me tiendo por fin en la litera, extenuado, vencido, buscando ese aire que reclaman con la boca abierta los moribundos. El tren parte en la noche y me lleva consigo."
sábado, 26 de julio de 2008
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