sábado, 26 de julio de 2008

ELLA o EL FIN DE LA AUTODESTRUCCIÓN ES UNA ABEJA DESMAYADA VANDÁLICA

Seguiré muriendo con la tranquilidad del cielo… despertaré en otro destino, cobijado por el volcán de tu mirada ingrata, evocando el paraíso amargo de tus mundos de odio: mar de poesías admiradas, donde las espaldas del miedo nadaban sin voz gritando al revolotear… Quiero no saber ni soñar.

Siempre me ha contradicho de modo irrelevante la sensible vicisitud del sentimiento, por eso prometo no volver a buscarte en la mañana, al lado de las palabras del sol y de las promesas y venganzas de mis divinas entrañas.

Quería una noche negra, un túnel negro y una escapatoria negra; mi blanco corazón buscaba el sueño eterno. Aquellas realidades me envolvían velozmente y alcancé la bella paz embellecido por el luto de mi sangre. Feliz por los recuerdos, confuso por no acordarme, dejé de sentirte como un hielo al deseo del volcán que le atrapa, como un párpado añora al cuervo que ya debería haber volado, y sin embargo su silueta destroza despiadadamente su esperanza de evocar su mundo real.

Todo avanzaba, incluso el negro veneno que había dado vida a mis infernales venas y manchado sus inmaculados corazones de invisibles dudas… ¡Admiradme al tornar mis sentimientos al destino! Mi consciencia se suicidaba ante lo inevitable de mi descalabro, fiel y eterno como la sonrisa de la desgracia.

La soledad me hacía compañía e ilustraba mi feroz ansia de horizontes sin sufrimiento: la ilusión se desvanece, la verdad florece, las lágrimas tienen sed de música y el amor del sol estremece el jardín del olvido, donde se pudren nuestras palabras… melancólicas, tristes, sosegadas, permanentes.

Nadie se angustiaba. Tú tampoco, alegría del alba, estrella verde, apagada y absorta, desnúdate y ven a mí… ¡Te amo! Te amo, éxtasis irreal troceado en oasis de flores suicidas… ¡Cuánto te amo, verdugo sin reflejo! No soy digno de ti, Diosa del Mundo, dueña del alma en caos, ama y razón de mis suspiros sangrantes. Entrégame tu dolor, encarcélame sin pena, sométeme a tu mirada… ¡Ya muero, ya! Por ti, musa del mar, creadora de nieve, imagen de la lluvia azulada irreconciliable con toda razón humana. Me alejo de ti y vuelvo a sentir desde lo más hondo del espacio las palabras del infinito…

Para luchar en los límites terrenales de la cordura, no debo amarte frente a frente o todo mi ser se desconcierta entre tus líneas… ¡Soñar que te he soñado, gritar que te he vivido, callar que te he tenido…!

Es idílico y triste nacer de una mentira entrelazada a tu oscuridad, al lado del final de las sombras de la muerte, conversando con ella, contemplando su precioso velo donde tus iniciales me premian mis desvaríos, y tú… ¡más allá! ¡muy cerca!, observando mis cantos, odiando al resto del mundo, vagando estelarmente por la luna, fuiste mía. Los dos, tumbados sobre la cama, persiguiendo una noche azul, con la alborada celeste por el carmín inexistente de tus besos fantasma… mientras todas las demás mentes me invadían… celosas de mi exigua e imaginaria conquista.

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