jueves, 31 de julio de 2008

Del deseo


Lo más lógico es que terminara el relato que dejé a medias sin ningún rubor, quemado por los cincuenta grados a la sombra que fluian desbocados por las calles de Doha, lo sé.

Pero la señorita Lunes viene últimamente burlándose de forma inmisericorde de mi próstata, tanto que la ídem ha terminado por hinchárseme, y quiero mostrar a mi queridísima co-bloggera que aunque sufra en silencio mi falta de amor, mi mente se encuentra en un estado de forma sexual sanamente envidiable.

Me estremezco, ebrio de tí mientras destilas el licor vertiginoso del deseo, enmudezco y no encuentro palabras mientras mis dedos recorren caminos de lava, hasta hundirse en los puentes del vano conocimiento carnal; se pierden, violentos, en rumores de piel indescifrables, hasta disolverse en las sílabas de fuego de tu canción nocturna, sobre tu sexo donde ligeros besos deciden explorarte una vez más, para así verdaderamente amarte.

En nuestros latidos, el rumor de ese primer gemido, de esa primera nota triunfal, encuentra un eco; todo vibra, desprende sudor salado como lágrimas, la respiración se acompasa al ritmo de la noche, haciéndose cada vez más pausada, mientras el aire en torno a nuestros cuerpos nos envuelve como una sábana de terciopelo, hasta que sólo respiramos pequeñas frases inconexas, como en un poema ahogado por el placer. Y en el cielo sobre nosotros, la luna se alza evocando nuestros silencios.

Finalmente vuelves a mí, y me pides que te despierte otra vez con mis labios, que vuelva a desembarcar en las costas de tu ansia, que te ahogue en los acantilados de mi pasión. Pacta una tregua, ríndeme, déjame adorarte, exiges. Quieres despertarte del sueño que te invade, del descenso inevitable hacia las orillas del río Leteo, y reclamas mi cuerpo, hasta que encuentras valles de lujuria en las profundidades de mi alma.

Y cuando la noche llega a su final, y el alba te acuna en su regazo, me abandono a plasmar en tu piel poemas con mi lengua, trazo rimas profanas en recuerdo de la batalla terminada, poemas en sí reticentes que dibujo en tu pecho lleno de pecado, versos que acuchillan tu corazón por el flirteo imperdonable al que me he abandonado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Quien te tuviese como amante...

Anónimo dijo...

...espera a compartir casa conmigo en Fidji...