

La premisa de la que parte AMERICAN GODS es simple. Las sucesivas olas inmigratorias que llegaron a lo largo de los siglos a los Estados Unidos, llevaron consigo también a sus dioses, seguros en las mentes y en los corazones de esclavos africanos, colonos irlandeses y conquistadores vikingos. Los dioses prosperaron por algún tiempo, pero inevitablemente fueron olvidados, a medida que sus seguidores fueron decreciendo, y su fe diluyendo. En el siglo XXI, apenas algunos de estos son recordados, y viven relegados a a adaptarse a la American Way of Life. Pero se avecina una tormenta: los nuevos dioses, los dioses de la TV, la tecnología, Internet, los medios masivos de comunicación, se están preparando para la confrontación final por el poder sobre los fieles.
Si todo esto suena como a un argumento de comic, no es casualidad. El libro se lee como un capítulo de 600 páginas de la mejor Doom Patrol. Considerando cómo Neil Gaiman revolucionó y revivió el género de comics para adultos con su ya clásico Sandman, esto no es novedad.
A pesar de problemas del argumento, como por ejemplo la inexplicable ausencia de Yaveh o Alá, es innegable que Gaiman sabe escribir. Los diálogos son muy buenos, hay personajes muy cuidados y, en cuanto a capacidad técnica, el libro deja buen sabor de boca. Intercalados en la trama hay una serie de interludios, dedicados en su mayoría a mostrar cómo los viejos dioses llegaron a América. Dichos interludios pueden leerse como pequeños cuentos independientes, ya que no tienen nada que ver con la trama principal, y son lo mejor de la novela sin discusión. En particular el relato del comercial árabe y el djinn en Nueva York. Delicioso.
El esquema de la novela, aparte de ser una clásica novela fantástica, es un viaje a la vez de conocimiento interior, cuyas etapas consisten en episodios en los cuales se gana algo y, a veces, se pierde algo. El que sea una novela basada en una fórmula, incluso una fórmula ya ensayada, no quiere decir que sea mala; al contrario: los grandes escritores son los que consiguen una fórmula que funcione y que, a su vez, sea lo menos evidente posible. Gaiman parece haberla encontrado: incluso Good Omens, aunque en clave mucho más jocosa, viene a seguir el mismo esquema. Y, por supuesto, Sandman.
Muchos de los personajes de Sandman nos los volvemos a encontrar aquí: Bastet, por ejemplo, el panteón nórdico al completo... incluso el propio planteamiento de la novela, la idea de los dioses olvidados por los mortales, a los que necesitan para seguir viviendo, me suena de un Sandman o quizás de un Hellblazer. Pero la novela entretiene y divierte; está bien hilada, se va construyendo poco a poco el clímax, y, de forma inevitable, tiene unos cuantos deus en sus respectivas machinas (que, por cierto, es un término náutico que usaban con cierta asiduidad en "Gran Sol"), pero cuelan perfectamente en la trama; lo contrario sería lo extraño.
American Gods es un libro que termina atrapando a todo aquel a quien se lo dejo, y eso es un gran mérito. Obviamente ayuda si eres persona de mente abierta que reconoce un buen texto sin necesidad de que haya sido escrito por un Premio Nobel. Se trata de una lectura muy entretenida, por la premisa primero, y luego por el estilo narrativo, rápido y directo, que de pronto y sin pausa, se convierte en algo poético, detallista, gracioso y muy oscuro. Gaiman suelta perlas “anti-sociedad consumista” de una manera magistral, haciéndole decir a grandes deidades cosas como “Este país -por los EE.UU.- no nos quiere, nunca hubo lugar para nosotros”, o bien que “en esta época no hay tiempo para Dioses”.
Hubo una chica que una vez me dijo que nunca leería un cómic. Le pasé unas historias de Sandman y cayó extasiada. Supongo que debería dejarle American Gods para que vuelva a caer en el mismo embrujo, puesto que también me dijo que ella no leía Fantasía ni Ciencia Ficción... Y eso que no conoce la existencia de Neverwhere...
"Tienes que entender todo el rollo de los dioses. no es cuestión de magia. Es cuestión de ser tú mismo, pero el tú en que cree la gente. Se trata de ser la esencia concentrada y ampliada de ti mismo. Tienes que convertirte en trueno o en la fuerza del caballo o en sabiduría. Te adueñas de toda la fe y te haces más grande, más guay, más allá de lo humano. Te cristalizas -Hizo otra pausa-. Y entonces un día se olvidan de tí, ya no creen en tí nunca más, no se sacrifican y no les importa. Te ves haciendo juegos de cartas en la esquina de Broadway con la Cuarenta y Tres."
Si todo esto suena como a un argumento de comic, no es casualidad. El libro se lee como un capítulo de 600 páginas de la mejor Doom Patrol. Considerando cómo Neil Gaiman revolucionó y revivió el género de comics para adultos con su ya clásico Sandman, esto no es novedad.
A pesar de problemas del argumento, como por ejemplo la inexplicable ausencia de Yaveh o Alá, es innegable que Gaiman sabe escribir. Los diálogos son muy buenos, hay personajes muy cuidados y, en cuanto a capacidad técnica, el libro deja buen sabor de boca. Intercalados en la trama hay una serie de interludios, dedicados en su mayoría a mostrar cómo los viejos dioses llegaron a América. Dichos interludios pueden leerse como pequeños cuentos independientes, ya que no tienen nada que ver con la trama principal, y son lo mejor de la novela sin discusión. En particular el relato del comercial árabe y el djinn en Nueva York. Delicioso.
El esquema de la novela, aparte de ser una clásica novela fantástica, es un viaje a la vez de conocimiento interior, cuyas etapas consisten en episodios en los cuales se gana algo y, a veces, se pierde algo. El que sea una novela basada en una fórmula, incluso una fórmula ya ensayada, no quiere decir que sea mala; al contrario: los grandes escritores son los que consiguen una fórmula que funcione y que, a su vez, sea lo menos evidente posible. Gaiman parece haberla encontrado: incluso Good Omens, aunque en clave mucho más jocosa, viene a seguir el mismo esquema. Y, por supuesto, Sandman.
Muchos de los personajes de Sandman nos los volvemos a encontrar aquí: Bastet, por ejemplo, el panteón nórdico al completo... incluso el propio planteamiento de la novela, la idea de los dioses olvidados por los mortales, a los que necesitan para seguir viviendo, me suena de un Sandman o quizás de un Hellblazer. Pero la novela entretiene y divierte; está bien hilada, se va construyendo poco a poco el clímax, y, de forma inevitable, tiene unos cuantos deus en sus respectivas machinas (que, por cierto, es un término náutico que usaban con cierta asiduidad en "Gran Sol"), pero cuelan perfectamente en la trama; lo contrario sería lo extraño.
American Gods es un libro que termina atrapando a todo aquel a quien se lo dejo, y eso es un gran mérito. Obviamente ayuda si eres persona de mente abierta que reconoce un buen texto sin necesidad de que haya sido escrito por un Premio Nobel. Se trata de una lectura muy entretenida, por la premisa primero, y luego por el estilo narrativo, rápido y directo, que de pronto y sin pausa, se convierte en algo poético, detallista, gracioso y muy oscuro. Gaiman suelta perlas “anti-sociedad consumista” de una manera magistral, haciéndole decir a grandes deidades cosas como “Este país -por los EE.UU.- no nos quiere, nunca hubo lugar para nosotros”, o bien que “en esta época no hay tiempo para Dioses”.
Hubo una chica que una vez me dijo que nunca leería un cómic. Le pasé unas historias de Sandman y cayó extasiada. Supongo que debería dejarle American Gods para que vuelva a caer en el mismo embrujo, puesto que también me dijo que ella no leía Fantasía ni Ciencia Ficción... Y eso que no conoce la existencia de Neverwhere...
"Tienes que entender todo el rollo de los dioses. no es cuestión de magia. Es cuestión de ser tú mismo, pero el tú en que cree la gente. Se trata de ser la esencia concentrada y ampliada de ti mismo. Tienes que convertirte en trueno o en la fuerza del caballo o en sabiduría. Te adueñas de toda la fe y te haces más grande, más guay, más allá de lo humano. Te cristalizas -Hizo otra pausa-. Y entonces un día se olvidan de tí, ya no creen en tí nunca más, no se sacrifican y no les importa. Te ves haciendo juegos de cartas en la esquina de Broadway con la Cuarenta y Tres."
1 comentario:
Me encanta esa foto...
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