Últimamente estoy adquiriendo literatura escandinava, Nunca pensé que podría encontrar pequeñas joyas como las que gracias a Paco, el buen librero propietario de "Lletres" en Alicante, y a otros bloggeros tan insanos lectores como yo mismo, han terminado por caer en mis manos.
La última es "El concierto de los peces", una encantadora obra para leer este verano, escrita por Halldór Laxness, que además fue premio nobel de literatura en 1955 (lo cual, como todos sabemos, puede significar mucho o poco). En todo caso, este libro, de cierto tono costumbrista pero al mismo tiemplo plagado de seres curiosos, extraños incluso, es un estupendo comienzo para zambullirse en una literatura no muy conocida, como es la islandesa. Como sobre gustos no hay nada escrito, para mí, "Arde el musgo gris" de Viljalhmsson es mejor, pero también más dura, menos asequible, por lo que esa sería mi segunda recomendación.
Transcribo a continuación las primeras líneas de "El concierto de los peces" para ir abriendo boca...
“Un sabio afirmó que, aparte de perder a su madre, para un niño no hay nada más sano que perder a su padre. Aunque lejos de mí suscribir en su integridad estas palabras, lo cierto es que también sería el último en rechazarlas de plano. Estaría dispuesto a defender una doctrina semejante sin rencor ninguno hacia el mundo, e incluso sin sentir el agudo dolor que parece ocultarse en el simple sentido de tales palabras.”
Y a continuación, tras esas frases en cierto modo categóricas, comienza a describir la historia de Álfgrímur, un muchacho islandés que crecerá con su abuelo pescador, todo a través de anécdotas cargadas de sinceridad, simpatía, y sabiduría popular. En resumen, un libro que cuenta una historia plenamente vigente hoy día, cuando dudamos de nuestra fe en la sociedad y en los individuos que la componen. La novela es sencilla, no simple, narrada de forma llana y accesible, casi como si fuera una narración oral que empuja al lector con una prosa danzante, misteriosa y subyugante. Al estilo de las baladas islandesas (rómur, según parece), la entrada en la madurez de Álfgrímur se desgrana con un sentido del humor en extremo peculiar, típico del país, con un bellísimo hincapié en los detalles, en las pequeñas historias que conforman su universo de pescadores, comerciantes y granjeros. Conseguir trasladarnos hasta un país tan lejano geográfica, social y culturalmente es uno de los grandes méritos de esta bella novela. Laxness en la búsqueda de su estilo en esta novela se remonta a las sagas de los Vikingos, a ese espíritu naturalista que recorre las páginas: las fuerzas telúricas, el amor hacia las cosas banales, la conciencia pura y sin dobleces.
Todos estos rasgos, y algunos más, unen al lector con la historia narrada de una manera singular, con un lazo firme y cálido.
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